Habrá
signos que no podremos comprender. Habrá raudales de ideas que se
quedarán pegados al suelo de una esquina, a la suela de unos zapatos
aburridos. Así, las sogas siempre salvarán al ejército heroico
(porque no todos los ejércitos lo son) conformado por aquellos que
han terminado los ejercicios en el salón de clases y que miran por
la ventana imaginando que mañana sus compañeros serán menos lerdos
que hoy.
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