Hay
un sempiterna guerra que se libra sobre nuestras cabezas, siempre
ignorada, evidente siempre. Bajan al suelo las almas más nobles,
para luego subir por la savia de los árboles y, envueltas con el
ánimo de rabiosas raíces, continuar con la batalla inacabada.
Fecundas almas que viven en un salto hacia el vacío
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