sentir
la replicación del sueño, nocturno veneno de los sucesos, sin
probabilidad de gritar la pausa. Percibir la impostergable inundación
de lo invisible, en las oquedades húmedas que atraviesan la carne,
paralizado por aquella mirada azul del oráculo de doncellas muertas.
Han sido drenados ya, los canales que atravesaban esta ciudad
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